La piel es junto con el pelo y las uñas, la envoltura de nuestro cuerpo. Es un órgano extenso que adopta diferentes formas o apariencias dependiendo de la zona del cuerpo –el rostro, las axilas, la boca, etc.-.

La piel actúa como una barrera activa evitando la entrada de sustancias nocivas, microorganismos infecciosos o radiaciones, entre otros. También regula la entrada y salida de otras sustancias.

Cuenta con dos capas para el desarrollo de sus funciones: la epidermis y la dermis; las cuales se apoyan sobre la hipodermis que no pertenece a la piel.

Dermis y epidermis se entrelazan gracias a las fibras elásticas y de colágeno, que explicaremos con detalle más adelante, pues son muy importantes en los tratamientos antiarrugas.

EPIDERMIS

Las células de la epidermis nacen desde la profundidad y van evolucionando hasta llegar al exterior, donde mueren y caen. De ahí que hablemos coloquialmente de exfoliar la piel para eliminar las células muertas, lo cual es saludable hacer varias veces al año.

Hay dos tipos de sustancias a destacar en la epidermis: la queratina, necesaria para la estructura de la superficie de la piel, producida por los queratinocitos; y la melanina, necesaria para protegernos de las radiaciones solares, producida por los melanocitos.

DERMIS

Es la capa gruesa que nos protege de las agresiones mecánicas. Nutre a la epidermis, alberga el sistema sanguíneo, linfático y nervioso, así como glándulas sudoríparas, sebáceas y folículos pilosos.

Cabe destacar la presencia en la dermis del colágeno y la elastina, componentes fundamentales en los tratamientos antiarrugas.

Una vez que hemos dado unas pequeñas pinceladas de la estructura y el funcionamiento de la piel, en el siguiente artículo sobre la piel, comentaremos unas ideas básicas de cómo se nutre nuestra piel para mantenerse sana y con un aspecto bello y saludable.